miércoles, 3 de octubre de 2012

Alemania y los alemanes en Baroja, Valle-Inclán y Luis Martín-Santos


Hoy es fiesta en Alemania, es su día nacional: el día de la reunificación. En Casa de Citas lo vamos celebrar como sabemos: leyendo qué dicen los clásicos sobre este tema.
A principios del siglo XX muchos autores tuvieron un importante contacto con ideas y autores alemanes y uno de los autores donde más claramente se percibe es Pío Baroja. El protagonista de El árbol de la ciencia se emborracha, en palabras de su tío, de la filosofía idealista de Kant o Schoppenhauer. Sin embargo es en su libro Camino de perfección donde esa huella se muestra de manera más clara. En el capítulo 14 aparece Max Schultze de quien se dice que:
“era de Nuremberg y que estaba en España por la simpatía y curiosidad que experimentaba por el país”
Como explicó en clase el profesor José Teruel, este personaje sería el reflejo literario de Paul Schmitz, suizo que habría pasado tiempo en España. La conversación entre el protagonista y el germano lleva a hablar sobre Nietzsche; al oír el respeto con el que habla, el protagonista asegura:
“-Al oírle a usted, se diría que [Nietzsche] es Budha o que es Cristo.
-¡Oh! No compare usted a Nietzsche con esos miserables que produjeron la decadencia de la humanidad.
Fernando se incorporó para mirar al alemán, vio con asombro que hablaba en serio, y volvió a tenderse en el suelo.”
Desde nuestra perspectiva histórica es muy interesante leer estos capítulos ya que, poco después, el personaje comienza a cantar lo que en el libro se señala como:
“una canción patriótica que tenía por estribillo: Deutschland, Deutschland über alles”.
En 1902 era una canción patriótica, pero décadas después acabó convirtiéndose en el himno de la Alemania nazi y hoy en día en una canción proscrita.

Sin embargo la reverencia con la que los personajes de Baroja miran a los germanos no dura demasiado tiempo. En Luces de Bohemia, de Valle-Inclán, aparece un personaje llamado Basilio Soulinake, del que se dice en las anotaciones que es “un hombre alto, abotonado, escueto, grandes barbas rojas de judío anarquista y ojos envidiosos”, quien había estudiado 10 años de medicina sin haber terminado sus estudios. Este personaje convence al resto de que el muerto al que cuidan no está muerto, sino en catalepsia, por lo que terminan quemando los dedos del cadáver para comprobar la absurda teoría del alemán. Para subrayar aún más la ironía de la situación, el alemán asegura:
"Una autoridad completamente mundial les falta a los españoles. No es como sucede en Alemania"
La ironía contra la sabiduría de los alemanes en España y la imagen de Alemania termina por explotar en Tiempo de Silencio, de Luis Martín-Santos. En esta novela, una de las más importantes y geniales de las décadas de la dictadura, vuelve a aparecer un alemán judío intelectual afincado en Madrid: en este caso pintor. Hay que resaltar que en la mayoría de las novelas (también películas) los extranjeros se expresan con perfectísimo español. Sin embargo en esta novela el alemán comete muchos errores, errores que son repetidos por los protagonistas para reírse de él. La escena termina con los protagonistas ridiculizando al pobre pintor y a sus pinturas, para después recordarlo mientras se ríen y asegurar que:
Nada tan divertido como un alemán aburrido.

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