“Allí dónde se trate del eros, se trata también del deseo. Dónde se trate del deseo, se trata de su apaciguamiento”
Eros y magia en el renacimiento
Ioan P. Culianu
El amor es un hecho médicamente comprobable. Sabemos, al menos desde los comentarios de Galeno a Hipócrates, que el pulso se acelera y la cara da señales del estado patológico del paciente cuando aparece el amado o la amada.
Allá por el siglo XII, un médico de Salerno llamado Giovanni Afflacius, hallaba el problema en el exceso. No era una idea demasiado original, pero se extendió más allá de los límites morales para asentarse en la doctrina médica. Roto el equilibrio humoral los desajustes fisiológicos eran esperables.
Pero antes de llegar a esto, hay que explicar un par de cosas.
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Platón |
El elemento clave de la salud era el equilibrio de las cuatro cualidades naturales (frío, calor, sequedad y humedad), que se reflejaban en la teoría humoral (bilis negra, bilis amarilla, sangre y flema) dentro de la filosofía natural. Los médicos bajomedievales habían comenzado a acudir a los principales núcleos universitarios para formarse y dotar a la práctica médica de una base teórica asentada en el principio de autoridad. Frente al curandero, el médico pretendía conocer las causas y principios de la salud y la enfermedad desde un punto de vista racional.
El regimen sanitatis cubría estas expectativas: la medicina theorica completaba la operatio médica, que abarcaba, a su vez, la cirugía y la farmacopea, por lo que se volvía a la Parva Naturalis aristotélica y de nuevo a la teoría de la filosofía natural. Esta comunión entre la práctica y la filosofía hizo que la literatura médica floreciera durante los siglos venideros; abarcando desde Platón y Aristóteles, pasando por Galeno y los tratadistas árabes como Hunayn ibn Ishaq (Johannitius), Avicena o el español Averroes, hasta llegar a la escuela de Salerno en Italia.
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Aristóteles |
Giovanni Afflacius, a parte de señalar la
metria o moderación galénica como forma de contrarrestar el exceso amatorio, introduce en concepto de
héroe dentro del exceso amatorio. De nuevo, Giovanni no estaba siendo muy original, pero es una idea que será explotada por tratadistas posteriores, como Arnau de Vilanova, y que vinculará esta patología al estamento nobiliario.
Pensemos en el dualismo platónico entre alma y cuerpo, el alma pertenece al mundo de las ideas mientras el cuerpo es la parte corrupta del hombre, algo material en lo que andamos anclado y que está expuesto a las pasiones y los rigores de la vida mundana. Es complicado pensar que dos entidades tan distintas puedan coexistir en un mismo momento y espacio y, más difícil aun, que sean capaces de comunicarse cuando el resto de las ideas quedan tan lejos. Pero Aristóteles encuentra una explicación fantástica al asunto: nuestra capacidad para imaginar.
El filósofo griego define la imaginación como un movimiento producido por las sensaciones y la emparenta, más esencialmente, con la vista a través de un juego etimológico. Si la luz ('pháos') posibilita la imaginación (phantasía), el resultado serán imágenes, es decir, φάντασμας ('fantasmas'). Estos elementos se relacionan con el alma a través de un órgano principal, o proton organon, compuesto por la misma materia que las estrellas e identificado, en ocasiones, con el corazón. Los discípulos de Empédocles creían que esta sustancia espiritual, pneuma, era una exhalación sutil de la sangre que se extendía por las arterias, dado la vitalidad esencial al cuerpo. Para el estagirita, el pneuma era la envoltura sutil de la propia alma.
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Francisco de Aldana |
La etiología nos indica que la mujer es la causa primera de esta afección. Ya sea como le ocurre a
Quevedo, cuando sus rayos visuales llegan al objeto amado, creando una imagen que se refleja de nuevo en él, ya sea por los propios espíritus de la mujer que penetran en el aparato ocular del sujeto, instalándose la imagen o
phantasma en el cerebro (a veces en el corazón o
proton organon, en función de la teoría médica).
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Quevedo |
Una vez instalada la imagen de lo amado en el sujeto, si no se consuma el amor o no es correspondido, la imagen comienza a ocupar el espacio pneumático del sujeto hasta monopolizar las actividades del alma. Para Bartolomé el Inglés, profesor en la Sorbona en el siglo XIII, la facultad imaginativa se instalaba en el ventrículo anterior del cerebro, donde el espíritu vital se convertía en espíritu sensible, opinión, esta última, que también compartía Averroes y que era común dentro de la medicina árabe. Así, el fantasma de la amada tomaba los tres ventrículos del cerebro infectando al paciente que, desposeído de las actividades propias del alma, perdía la razón y el ser, cayendo en la enajenación.
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Francisco de Aldana
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El alma sensible (constituyente junto a las almas vegetal y racional del alma humana), que compartimos con los animales, se divide entres capacidades:
natural, vital y animal. La primera de ellas, con origen en el hígado y que se transmite por las venas, se ocupa de las funciones del alma vegetal, es decir, la
nutrición; la segunda se encarga de distribuir el espíritu a través de las arterias; la tercera se divide, a su vez, en ordinativa, motiva y, la más importante para el caso, la sensitiva.
Los cuadros clínicos de la enfermedad de amor son recurrentes en toda la literatura y suelen confundirse con otra patología muy estudiada en el medievo, la melancolía. El enfermo tenía fiebres y ensoñaciones, no podía pensar en otra cosa que en el objeto amado, no comía, no dormía y, finalmente, expiraba. Para estos casos se recomendaba el ejercicio físico, la música, los paseos, la lectura y, si no hubiera otro remedio, era aconsejable acudir a viejas que desmitificaran a la amada mediante el agravio, a la alcahuetería y a los prostíbulos.
Y después de todo esto, ¿cuál es el punto de llegada? La ingenuidad. La ingenuidad con la que leemos los textos medievales, la literatura que consideramos simbólica es, en muchas ocasiones, un correlato exacto de los saberes científicos de la época. ¿Podemos fiarnos del amor platónico cuando un poeta habla de su amada usando términos médicos? El amor divino es el único que, dentro de una concepción cristiana, puede estar libre de mácula, el amor terrenal, dirigido a una mujer no puede sino asociarse al
deleyte, usando la terminología de
López de Villalobos, médico de los Reyes Católicos.
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Francisco López de Villalobos |
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Quevedo |
No en vano Calisto recurre a la
scientia médica para excusarse ante Sempronio por no acompañar a Celestina al ver sus
sentidos consumidos por no
gozar de Melibea. No es arbitrario el término gozar, como no es arbitrario que Celestina hable de
dolor de muelas cuando pide una plegaria y su cordón (símbolo de castidad) a Melibea para el desdichado amante. No discutiremos aquí si la hija de Pleberio es consciente de la asimilación entre la pasión amorosa con los
problemas odontológicos común durante toda la edad media.
Los ejemplos son muchos, tantos como autores hubo dentro y fuera de la península. Pero es bueno saber que los humores sutiles, los espíritus y los deseos se esconden debajo de los versos de los Siglos de Oro, junto con las pasiones y el placer, porque si lo humano se disfraza de divino cabe pensar que nos encontramos al borde de la poesía.